Es la ciudad de Rosario y Ernesto Guevara, el hijo pródigo, cumple 80 años. Grandes festejos y actos oficiales o contraoficiales, la asistencia a unos u otros te define.
Hay una estatua nueva que todos quieren ver. Cuatro metros de guerrillero heroico en bronce. Llegó a Rosario en barco desde Buenos Aires. Una caricatura hecha de llaves viejas que la gente regaló, un Che de bronce, boina, uniforme militar, sin fusil. En la mano una ausencia. Es un che light.
Juanita que tiene 4 añitos pregunta:
De que cuadro era el Che? Por qué lo mataron al Che? Si nace de nuevo el Che lo puedo conocer? Era bueno el Che? Nosotros somos buenos?
Pablo, el papá de Juanita, preferiría que le pregunte como se hacen los bebés.
En un escenario con gran estrella roja de luces móviles Jaime Roos canta “tal vez che che, te di go che” y todos nos preguntamos a quién se refiere. Dicen que hay 50.000 personas, la gente baila con movimientos murgueros y ya no importa que hace un minuto lo abuchearon por haber cantado para las papeleras.
Cierra el show León Gieco, con gran despliegue audiovisual y casi solo arriba del escenario.
Ninguno de los dos menciona al festejado.
Termina la fiesta de ochenta.
A Juanita le gustaría que a su cumpleaños vaya tanta gente.
Ningún rosarino queda indiferente.
Grandes debates en las casas y en los bares, el nuestro estuvo bien acompañado de vino caliente y varias botellas de vinos nobles argentinos: “que le falta el fusil; che que bien que sonó Jaime Roos; estos hijos de puta de la municipalidad le sacaron el fusil; a mi me gustó León Gieco; quiero que me devuelvan mis llaves; a mi no me gustó Gieco; le falta contenido a este festejo; si le sacaron el fusil se lo ponemos nosotros; estuvo buenísimo el recital; a mi me pareció re careta; a mi me encantó cuando el murguero gritó “es el amooooor»; andá no seas cursi compráte un cd de Luis Miguel; hay que quererse más; vos vivís adentro de un termo; hay que hacer la revolución; discúlpenme pero yo ahora no puedo porque estoy ocupado disfrutando de un buen vino”.
Me sirvo otra copa de un espectacular vino que anda huérfano en la mesita ratona y apuro el trago para disimular la carcajada, creo que se me escapa una mueca burlona y fastidiada. Fin del debate.
Salú Che, que los cumplas muy feliz, y si naces de nuevo, nos tomamos un vino juntos, pero que sea sin el fusil porque si nos ves, nos boleteás a todos.