Dos mil quinientos kilómetros.

Dos mil quinientos kilómetros.
Dos mil quinientas historias que parecen que ocuparon dos mil quinientos días. Ya no sabemos si emprendimos viaje con el Carakol hace seis meses o hace seis años,  la única referencia que tenemos del paso del tiempo tiene que ver con que Unay, el integrante más joven del Carakol, está cada día más niño y menos bebé.
Hoy escribo esta postergada crónica para no olvidar y para agradecer a quienes nos tendieron una mano a lo largo del camino:
Tenemos certeza de los kilómetros recorridos, los registramos para estudiar el rendimiento poco generoso del combustible adentro del Carakol:
Km 0, México DF: Llegada a la ciudad más grande de Latinoamérica con 100kg de equipaje, una tabla de surf, 30 cuadros y un bebé inquieto, nos rescatan Emilio y Male, amigos de amigos que ahora son nuestros y que nos alojan en su apartamento del hermoso barrio de Coyoacán. Se acercan las elecciones en México y el 90% de la publicidad callejera a gran escala es del mismo partido, el PRI, aquel que construyó durante 70 años la dictadura perfecta que ganaba las elecciones cada 6 años.
Km 211, Querétaro: Comprar la casa rodante, darle casi todos nuestros ahorros a un tipo que parece un estafador y pasar las primeras cinco noches en un taller mecánico donde no nos cobran define esta aventura en la que nos metimos: voltereta de acróbata mal entrenado sobre precaria red de circo. Audacias, miedos y muchas dudas por las calles del centro de una ciudad que tiene una catedral cada dos cuadras. En caso de emergencia espiritual o de pecado, estamos cubiertos.
Km 331, Tequisquiapan: Primer viaje con la casa rodante y primera exposición de fotos y cuadros con pésimo desempeño económico. Encuentro con Gastón, hermano de la vida que nos abre las puertas de México y nos invita a visitar San Miguel de Allende con la sonrisa que tiene más alegría y más ojos de todo el continente.
Km 405, El Geiser: Comprobamos que la casa rodante puede trepar montañas aún estando con sus cuatro ruedas frenadas luego del paso por el mecánico y llevarnos hasta las aguas termales más insólitas e inesperadas del sequísimo centro de México. Hidratamos nuestros cuerpos y nuestros corazones y bautizamos con agua termal a la casa rodante que a partir de ese momento y debido a sus virtudes como vivienda y a su falta de prisa como vehículo comienza a llamarse El Carakol.
Km 599 / Km Cero, San Miguel de Allende: Hermosa ciudad encrespada y colonial de triste pasado de expoliación de recursos naturales y vidas humanas, donde entre otros, residen lejos del frio del norte los gringos que se jubilan y que no se retiran en Miami. Adoptamos una familia más, o quizás la heredamos de Gastón. Patty, la campeona mexicana de la hospitalidad y de la alegría y sus hijos Arnulfo y Andrés nos reciben como huéspedes de lujo y nos abren las puertas de su casa y de su corazón. Nos presentan a Rubén, el mejor mecánico de todos los mecánicos del mundo y nos dan todo lo material y emocional que precisamos. Fiesta en el barrio Valle del Maíz, guerrita simbólica entre indios y soldados regada de mucha cerveza, tequila, misas y procesiones religiosas, nos vamos antes de que caiga el sol y que alguno de los dos bandos nos use de carne de cañón. Decidimos aprovechar que se aproxima julio y viajar hasta Playa del Carmen a intentar hacer temporada. Aquí comienza el viaje propiamente dicho y quizás sería más justo resetear el cuenta kilómetro y otorgarle el reconocimiento a San Miguel de Allende de ser El Kilómetro Cero. Si el viaje hubiera terminado aquí, ya habría valido la pena.
 
Km 60, Cortazar: Pueblo chico, caluroso y sin ningún atractivo especial aunque tenga nombre de fantástico escritor. Nos instalamos en el taller mecánico de Rubén mientras dejamos El Carakol a punto. Un problemita nos va llevando a otro y terminamos viviendo una semana en el cuarto de Kael y Karim, los hijos de Rubén y Chari, acompañados por cientros de pelotas, robots, autitos de juguete, espadas ninja de plástico y muñecos de Toy Story.  Rubén y  su familia hermosa no solo nos hospedan, también nos alimentan, nos llevan a pasear, a cenar afuera, nos invitan a festejar el cumpleaños de un sobrino y nos regalan la mano de obra de las reparaciones del Carakol y un par de lágrimas de despedida.
Km140, Rancho La Hermita: Cuautli, hombre sabio de varios años bien vividos, padre de Arnulfo y Andrés, nos hospeda en su “Rancho-Proyecto de Centro de Desarrollo de la Conciencia-Taller para hacerlo todo”. Para llegar hay que atravesar un cerro por un túnel centenario cavado en sus entrañas y orillear un hermoso río y su valle. Hay espinas por todos lados pero El Rancho es lugar muy suave, un amable oasis seco en medio del desierto. Postergamos nuestra partida varios días entretenidos en el taller para hacerlo todo y conocemos a Uma, niña mestiza que acaba de nacer de Virginia, madre argentina e Israel,  padre mexicano. Llega el primo Marcos, tío de Unay y le paso el volante, el resto de los kilómetros hasta su regreso  a Uruguay un mes después los hará él. Se rompe un rulemán dentro de la bomba de aceite de la dirección y decidimos con éxito buscar la solución nosotros mismos antes que llamar a un mecánico. Nos anotamos un punto en iniciativa y en porfiadera y sacamos y ponemos la pieza sin que nos sobre ningún tornillo.
Km 220, Guanajuato: Otra hermosa ciudad colonial latinoamericana de triste pasado de expoliación de recursos naturales y vidas humanas. Ciudad queso toda horadada por los socavones de plata donde hoy los automóviles circulan por abajo y los peatones por arriba aunque a veces se entreveren. Primera noche del tío Marcos a bordo del Carakol, estacionamos en un cantero afuera del centro histórico junto a un auto abandonado y a una casilla llena de basura. Marcos, el otro hombre adulto del grupo, el encargado de manejar y de proveer seguridad extra a la tribu es enviado afuera a desempacar mientras armamos las camas adentro pero vuelve rapidito para confesar avergonzado: “Guille, tengo miedo” . El dueño de la casilla le había salido al cruce y lo había amenazado con llamar al “Pantera”, a quien conocemos a la mañana siguiente, un cusco muerto de hambre, flaco y enano. La segunda noche para tranquilidad del tío Marcos pedimos permiso a los bomberos y dormimos rodeados de hidrantes, hospitalidad y camiones cisterna.
Km 391, Balneario la fuente: Piscina refrescante en medio del desierto donde hidratamos veinte días de ausencia de agua y casi 400km de calor. Unay luego de refrescarse en la piscina decide simplificar y renombrar al tío Marcos como Taco.
Km 420, Tula: Otra pequeña falla en El Carakol nos obliga a detenernos. Terminamos en lo de Don Rutilo, taller mecánico al aire libre y sin herramientas en medio de un rancherío donde reparamos  al Carakol y conocemos a una abuela amorosa y curiosa con nombre de trámite o de oficina municipal: Doña Prócura. Con sus noventa añitos a cuestas se nos instala dentro del Carakol a tomar mate y le regala un Chile Habanero al tío Taco que lo hará tener alucinaciones. Doña Prócura nos cuenta que desde que canalizaron un río que viene del DF y lo hicieron pasar al lado de su casa se le murieron el árbol de aguacates, el de naranjas, el de limones, el de ciruelas y el de duraznos. “Es por la mucha agua” dice, pero nosotros no recordamos haber visto ni olido jamás un río más contaminado que éste. Saliendo de tula recordamos que por ahí hay unas ruinas con unos gigantes de piedra, “los Atlantes de Tula”, nos hacemos pasar por estudiantes con bebé y primo y entramos gratis. Una pareja de apasionados profesores de la Universidad Nacional Autónoma de México nos cuenta la historia de los Atlantes, del sitio arqueológico y de toda Mesoamérica antes de despedirse emocionados por nuestra aventura.
Km 589, Teotihuacán: Tomamos todas las precauciones posibles para ir hasta las famosas y misteriosas ruinas sin entrar al Distrito Federal para evitar a su tristemente célebre policía, pero faltando 8km un desvío mal anunciado en la autopista nos mete de lleno a la ciudad y tenemos que hacer 20km hasta encontrar un retorno que nos lleve de regreso a la salida. En el retorno, por supuesto, nos estaban esperando tres amables agentes del orden que nos detienen y amenazan con todo lo que se les ocurre con el fin de robarnos. Nos defendemos con uñas y dientes y luego de media hora de amenazas logramos salvar la multa de U$3.000 (?) y la cárcel para el Carakol (?) por doscientos pesitos para el refresco. Unay mira serio y desafiante a los policías a pesar de las gracias y de los intentos que éstos hacen por agradarle. Las ruinas de Teotihuacán nos impactan con su inmensidad, pero como siempre nos sucede con las obras del hombre realizadas a escala demasiado grande nos retiramos asqueados pensando en el sufrimiento de la gente que penó amontonando piedra sobre piedra. Decidimos dejar descartadas por el momento las teorías sobre extraterrestres o grúas telepáticas anti gravitacionales. Teotihuacán impacta, pero no deja de ser para nosotros un lugar oscuro.
Km 790, Chapultepec: Mínimo pueblo al pie del majestuoso volcán Malinche, dormimos bajo la lluvia estacionados arriba de la plaza principal con la complicidad de un instruido y aburrido guardia municipal que nos abastece de luz y agua a cambio del oído y de los consejos del tío  Taco.
Km 917, Xalapa: Ciudad laberinto, grande, universitaria y tropical con una marimba en cada esquina. Parada estratégica para imprimir fotos que luego intentaremos vender en Playa del Carmen. Volvemos a pedir asilo a los bomberos y nos vuelven a ofrecer toda su hospitalidad y los baños más apestosos de toda Norteamérica. Abandonamos la ciudad por el camino más difícil pero más bello bordeando montañas y atravesando valles increíbles, el Carakol pasa otra prueba importante subiendo y bajando cuestas mientras nosotros disfrutamos de un paisaje exuberante en vegetación y generoso en montañas ríos y volcanes.
Km 1043, Fortín de las Flores: Actual residencia de nuestro hermano Gastón, pasamos a conocer a su hermosa hija Lía y a su tropical casa colgante. Otro policía intenta sacarnos dinero pero lo vence la pereza, el calor y nuestra indiferencia. Comienza lentamente el descenso hacia el nivel del mar y se empieza a sentir el calor.
Km 1408, Coatzacoalcos: Ciudad petrolera sin alma y con mucho dinero a orillas del Golfo de México. Sensación térmica 50 grados celcius, velocidad del viento 0 km/h. No hay forma de dormir en la noche adentro del Carakol donde se acumulan los calores corporales más el calor de una ciudad tropical sin árboles. A las 4 de la mañana desesperados por el calor les pedimos asilo a los bomberos y les exigimos luz para poder encender el aire acondicionado. Dormimos fresquitos como bebés de apartamento hasta las 12 del mediodía. La ciudad nos despide con un nuevo escarceo con una pareja de policías, uno gordo y viejo corrompido hasta la médula y otro flaco y joven que todavía no tuvo tiempo para corromperse del todo pero que viene con la ventaja de ser malo malo. Nuevas amenazas, esta vez con multas mayores y prisión para todos en el corralón municipal, Unay y madre incluidos. El conflicto se resuelve rápidamente mediante llanto y gritos de mujer. Estos dos bandidos van a pensar dos veces la próxima vez que intenten robar a una mujer con un bebé en brazos.
Km 1757, Agua Blanca: Cascadas refrescantes en medio de una selva llena de vida que chilla, grita y ruge por las noches. Dejamos correr agua abajo toda la indignación que todavía nos quedaba encima y olvidamos definitivamente a los policías de Coatzacoalcos. Nos bañamos en todos los rincones de las cascadas, contemplamos la exuberancia de la selva durante horas y curioseamos por las entrañas de las grutas desde donde brota el agua. El gran Circo Brittany compuesto por un padre, sus tres hijos adolescentes y un pony llega al pueblo vecino y presenciamos una de las dos funciones que dará antes de seguir su camino. Entramos a la carpa preparados para un espectáculo bizarro y decadente pero el Circo Brittany ni siquiera cumple con nuestras mínimas expectativas y nos retiramos en el entreacto cuando todos los integrantes del circo se ponen a venderle Chisitos y “cigarrillos de broma” a los niños.
Km 2219, Bacalar: Llegada nocturna; refrescantes y eufóricos baños bajo la luz de una luna casi llena. Lo primero que pensamos cuando vemos el lugar de día es: “aquí me quedo a vivir”. Cada vez que entramos al agua salimos arrugados como viejitos. Es insólita esta laguna de agua tibia, dulce, de color turquesa y con fondo de arena blanca como coral. El pequeño pueblo que la habita se mueve al ritmo de la siesta. Día de Elecciones Nacionales, gana Peña Nieto, el candidato que empapeló todo el país con su campaña publicitaria. Lo acusan de fraude. Lo acusan de ser el candidato de las televisoras. Lo acusan de comprar las elecciones en vez de ganarlas. Lo acusan de lavar dinero del narco en la campaña. Lo acusan de gastar 1500 millones de pesos más de los 300 millones que permite la ley. El sonríe sereno y exitoso mientras se prepara para asumir la presidencia. Su partido nació robándole la Revolución a Zapata y a Villa, una elección no es nada.
Km 2547, Xpu-ha:  Llegada al paraíso. Baño inaugural a la una de la mañana con luna llena sobre el cálido y turquesa Mar Caribe. Esta playa como todas (si, todas) las playas de la Riviera Maya tiene poquitos dueños que la lucran, que no la disfrutan y que la comparten cuando uno paga por entrar. Confirmamos nuestra vieja sospecha de que el paraíso fue privatizado. Xpu-ha  tiene todos los atributos naturales para ser una de las playas más lindas del mundo y todos los atributos humanos para no serlo. Obviamos a los dueños del lugar y disfrutamos del privilegio de jugar en el tibio líquido amniótico marino y de aventurarnos en su maravilloso mundo submarino. Por un momento, distraídos por el color turquesa, somos plenamente felices.  El sereno del lugar le confiesa al tío Taco que el PRI, el partido que hace pocos días ganó las elecciones le construyó una casita a cambio del voto de toda la familia.
Km 2572, Playa del Carmen: Ciudad joven a orillas del Mar Caribe con calles que no tienen nombre sino números y con una peatonal principal que algún político visionario decidió nombrar como “la 5ta Avenida” y que convoca principalmente a los turistas más vulgares de Argentina, Estados Unidos, España y Europa del Este. Mucho ruido, mucha gente, mucho consumo, bastante dinero, poca identidad. El índice más alto del país en ingreso de dinero por turismo, en hiv, en obesidad, en violencia familiar, en embarazo por incesto de niñas de 12 a 14 años y en diabetes. Todo un record. Y nosotros en el medio de esto intentando hacer nuestra temporada sin mucho éxito. Regreso a Uruguay del tío Taco, rebautizado por Unay como Titaco y actualizado por nosotros en el árbol genealógico como hermano nuevo.
Hoy, a fines de julio, viviendo en un mono ambiente a 20 km de Playa del Carmen, intentando vender nuestras fotos y nuestros cuadros  y con la cuenta de los kilómetros totalmente perdida llegamos a tres simples conclusiones:

1- Si lo hubiéramos pensado antes, no lo hubiéramos hecho.
2- El paraíso no existe, solo existe el camino que recorremos buscándolo.
3- Que nos quiten lo bailao.


2 Responses to “Dos mil quinientos kilómetros.”

  1. Guau! re loco todo lo que cuentan, veo las fotos de Playa del Carmen y me dan ganas de ir, pero detesto toda esa euforia de lxs gringxs, de la desigualdad y de mis compatriotas desesperadxs por hacerse de unos dólares a costa de su propia dignidad. Me pasó algo parecido a ustedes cuando estuve en Cusco y en Cartegena, lo que uno ve en fotos no se traduce en la realidad, lo más llamativo es que son lugares sumamente turisticos y rodeados de pobreza. Saludos. Gaby.

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    • guillermo urrutia

      Y…, latinoamerica nos emociona, nos llena de esperanza y a veces también duele.
      Ojalá nos crucemos en el regreso al sur, vamos por el mismo camino.
      Abrazo grande Gaby!

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